Sinopse
Vivimos tiempos que se caracterizan por el aumento de la sensibilidad social sobre la necesidad de atender la diversidad de nuestras aulas y, con ello, el deseo de promocionar una respuesta educativa de calidad, entendiendo que la calidad no puede disociarse de un enfoque centrado en aportar una atención a los alumnos en un contexto normalizado y de inclusión, pero que al tiempo contemple una respuesta rigurosa a las diferencias individuales que presentan los alumnos. Las cuestiones relacionadas con la atención a las diferencias que presentan nuestros alumnos (sean por cultura de procedencia, capacidades, intereses o motivaciones), se han convertido en cuestiones de debate e interés profesional, y también fuente del derecho a la educación. Garantizar este derecho es una de las tareas morales más nobles de la profesión docente y no podemos desconocer que las decisiones sobre la enseñanza tienen un papel decisivo en las posibilidades de garantizar el aprendizaje del alumno atendiendo a sus diferencias. Es cierto que los alumnos más desfavorecidos social y culturalmente están exigiendo un esfuerzo para compensar sus condiciones de partida frente al aprendizaje, pero no lo es menos, que hay otro grupo de alumnos con gran potencial de aprendizaje que necesitan también una atención adecuada. En este trabajo nos hemos centrado en dar una respuesta educativa a los alumnos de altas capacidades. La sociedad no se puede permitir el lujo de que en este siglo se nos sigan quedando niños sin atender, por la injusticia social que supone y por el «despilfarro» que significa no disponer de los alumnos de alta capacidad intelectual con una buena formación, cuando nuestro futuro como sociedad, como grupo, va a depender de los avances en el saber.